La salida es una locura. Empezmos a pedalear más de 5 minutos después de darse la salida. Nos cuestionamos si no son demasiados 3000 participantes, pero enseguida nuestra atención se centra en coger ritmo y en evitar toques y caídas. Hay un primer embudo por las calles del pueblo. La masa de participantes tiene dificultades con las calles estrechas. No obstante, lo peor está por llegar. El temido polvo aparece en escena tan pronto como desaparece el asfalto. Los corredores se protegen con mascarillas o con pañuelos estilo forajido (mi caso). Muy desagradable. Tras algún que otro atasco debido a charcos y lagunas en el recorrido, la marcha parece estabilizarse. Se llega al primer avituallamiento, más allá del km 30, con buen humor. Con las aglomeraciones y el polvo, yo ya había perdido a mis compañeros de grupo, con lo que el resto del recorrido lo hice en solitarioo, lo que acentuó la dureza de la prueba en mi caso. Tras reponer líquidos, comienza la ascensión al temido puerto del Pilón, más de 10 km para salvar 400 m de desnivel. Rampas de dureza considerable que obligan a echar pie a tierra a un buen número de corredores. La ascensión combina pista amplia de tierra con asfalto e incluso con pistas pedregosas que ponen a prueba además la pericia y técnica de los corredores. Tras coronar, nos encontramos una zona de cresteo con firme irregular que tampoco permite soltar desarrollo, con lo que el avituallamiento del km 60 se recibe con alborozo. A partir de aquí, la carrera discurre por pistas amplias de buen firme, siendo una continua alternancia de pequeñas subidas y bajadas que terminan de machacar las piernas. De hecho, las cunetas se ven jalonadas de ciclistas descanzando o con problemas de tirones o calambres. Los problemas mecánicos también abundan, sobre todo roturas de cadena y pinchazos o reventones. Así y tras 86 km sin dejar de dar un pedal, llegamos al último avituallamiento, donde ya puedo ver a mucha gente sentada o tumbada en el suelo intentando mentalizarse para lo que le espera hasta el final de la carrera. A partir de ahora dejamos la meseta por la que estábamos circulando e iniciamos un descenso que es recibido con alborozo excepto por aquellos que se van al suelo por exceso de ímpetu. El viento hace su aparición justo en el momento que abordamos de nuevo unos kilómetros de pistas sembradas de polvo. De nuevo aparecen pañuelos y mascarillas. Un pequeño infierno con 100 km en las piernas. Felizmente, y tras alcanzar Albalatillo, la carrera discurre por sendas a la orilla del río de buen firme y agradables a la vista, aunque el dolor de brazos, cuello, culo, piernas y pies me impide disfrutar del paisaje todo lo que quisiera. Los últimos 5 km son sobre asfalto, teniendo ya a Sariñena a la vista. Llego muy dolorido pero bien de fuerzas, y sobre todo contento por haber terminado la prueba. Una proeza. Quedan atrás 119 km, la primera vez que mi cuentakilómetros muestra las tres cifras. Tengo polvo en todos los rincones de mi cuerpo. Como me sucedió en la Matahombres, al terminar la carrera juro que no me vuelven a ver el pelo de nuevo por Sariñena, pero ahora, al día siguiente de la prueba, ya me lo estoy pensando.
Finalicé en el puesto 1721 con un tiempo oficial de 6:46:30 (6:42:01 una vez corregidos los casi 5 minutos que tardamos en salir una vez iniciada la prueba). Terminaron la prueba 2300 corredores de los más de 3000 inscritos.
Road to Sariñena
En la zona de la salida
Grupo BTT Zaragoza
Multitud en la salida
Atasco en la ruta
Hola Fernando, soy Angel, fantastico resumen, sigue asi y nos vemos en próximas salidas.
ResponderEliminarExcelente resumen que deja entrever la dramática épica del momento.
ResponderEliminarYo nunca he competido en ninguna carrera ciclista...pero admiro a los que son capaces de hacerlo.
ResponderEliminarMi enhorabuena por esta magnifico relato y por estar en plena forma.
Saludos de tu amiga floydiana!!
Gracias por vuestros comentarios. Se agradecen de verdad. Lo mejor de la bici son los lugares que visitas y la compañía que llevas, sin duda.
ResponderEliminar